Niños Mutantes están viviendo sin lugar a dudas los mejores momentos de su larga carrera, los de Granada demostraran porque a día de hoy son unos imprescindibles y una de las bandas más queridas por el público de Ebrovisión.
Tengo que escribir mis impresiones sobre este disco y lo primero que siento es que me quedo sin palabras. Lo único que me apetece es volver a disfrutarlo entero para aprender a digerir tanta barbaridad junta. ¿Cómo se puede resumir en una hoja las sensaciones que provoca todo este talento? Voy a intentarlo.
El Futuro. Así se titula el octavo disco de Niños Mutantes. Una genialidad que les coloca en un nivel superior. No se trata de un trabajo conceptual, aunque sí es cierto que la idea de futuro planea sobre muchas de las canciones, en dos sentidos. El futuro que nos espera, con el que no están de acuerdo pero que se puede cambiar, y el futuro que ellos se imaginaban a los 20 años: «Lo que íbamos a ser es lo que somos ahora y no es, ni mucho menos, tan deslumbrante, ni perfecto».
Claro que, de eso, te das cuenta tras varias escuchas porque las primeras te dejan casi en estado de shock. Ellos han estado centrados más en la música que en el mensaje y así se manifiesta.
Y comienzas con ‘Barronal’ y hueles a Mediterráneo. Un poco al de Serrat bañado, eso sí, en un delicioso aroma andaluz que desprende emoción por los cuatro costados. ‘Barronal’ es una cala del Cabo de Gata donde Juan Alberto (voz) quiere que se esparzan sus cenizas. Una última voluntad que se torna alegre y optimista gracias a los coros del final que te obligarían a volver al principio de la canción para escucharla en bucle. Pero prefieres seguir descubriendo la calidez del autorretrato que se muestra en ‘Boomerang’ y dejarte llevar por su exquisita melodía melancólica y resignada, que se termina deconstruyendo con ellos en vivo.
En El Futuro se oye hasta la respiración de los Niños Mutantes y queda latente que se han dejado el alma en cada una de las once canciones. Te levantan de la silla cuando la batería galopa en ‘Es lo que hay’, con una suerte de explosión de rabia que se contiene solo cuando la voz de Juan Alberto aparece sobre las notas de la guitarra final.
Y entonces llega ‘Hermana mía’. Aquí hablamos ya de palabras mayores y, sin duda, de una de las canciones del año. Funciona como una apisonadora y las guitarras no dejan respiro alguno. Tampoco el estribillo con el que, literalmente, vuelas («¡Vamos a volar, vamos a volar!»). Un himno, una locura mutante que, cuando roza el fin, hace que sientas alivio de tanta intensidad.
Cuentan Niños Mutantes que los mejores momentos de la grabación -que ha durado tres semanas, de nuevo en los estudios «Producciones más peligrosas todavía», del quinto mutante, Jose Antonio Sánchez, y su hermano Pablo, en Tablones, Órgiva, en La Alpujarra granadina- eran los de después de la cena. Frente a la chimenea, escuchando música «sin prejuicios». Desde Serrat a Arcade Fire, pasando por Tino Casal, Michael Jackson, Manzanita, Morricone o Limahl, a quien rinden un homenaje, a modo sorpresa, en la anti alienante ‘Robot’. Y, por primera vez, con la compañía de Ricky Falkner, genio elegido por los de Granada para que aportara en la producción un «sonido menos crudo y directo, con más arreglos y más ambientes».
Y así ha sido, a pesar de la voz sincera y desgarrada de la historia del gran amor de ‘Santo Domingo’ o la
transparencia de ‘Todo va a cambiar’, donde la batería vuelve a galopar y se van sumando magistralmente las capas de sonido. O la mezcla acústica entre Band of Horses, Mumford and Sons y The Lumineers -sin olvidar que los Mutantes estaban antes- que se desvanece en el tiempo y en el espacio gracias a ‘Olvídate de ti’. O los guiños algo psicodélicos y sesenteros de ‘El circo’, el momento más rock y experimental del disco.
Hay toneladas de energía. Y teclados y ukeleles, hay magia… Y hay un pasaje que merece la pena destacar por su abrumadora madurez y por la limpieza y honestidad que desprende. Y ese es ‘Huesos’: «Es brutal. Cuando la oigo y la toco, solo pienso en lo bello que es el universo cuando a Juan Alberto le da la gana» (Nani, batería). Aviso, se te saltan las lágrimas.
Y después de todo lo anterior y con algún que otro contratiempo (a Juan Alberto le volvieron a robar la grabadora donde tenía todos los bocetos del álbum y Andrés, guitarra, sufrió una rotura de escafoides justo antes del proceso), cuando llegas a ‘La epidemia’ y echas la vista atrás, te das cuenta de que El Futuro es el disco que necesitas en uno de los momentos clave de tu vida.
Virginia Díaz
(180º – Radio3)